Me gustas


Sí, y no sé cómo decírtelo. Es cierto que te acaricio, casi en todo momento, cuando estoy contigo, no puedo dejar de tocarte. Tampoco puedo dejar de mirarte, iluminada por los rayos del sol o, si está nublado, descubriendo pequeños rayos rebeldes capaces de arrancar un brillo en tí que te hace distinta.

Sí, me gustas, y me gusta compartir contigo la brisa yendo a toda velocidad, surcar el asfalto de la ciudad, como si el resto del tráfico no importase, para sentarme en alguna terraza y, mientras me refresco con la fría cerveza cayendo por mi garganta, mirarte y quedar embelesado. Embobado y crecido como un pavo real cuando, es evidente, llamas la atención y observo cómo te miran, provocando mi sonrisa sincera, pues, soy yo quien está contigo, no el resto de anhelantes observadores.

Sí, me gustas, y, tras los cristales ahumados de mis lentes, no puedes observar la mirada hipnotizada que me lleva hasta a tí. A recorrerte con mis ojos, hasta el último rincón, con el único deseo de llegar junto a tí y sentirte, tocarte. Sí, me gustas. Me enloquece tu sonido, siempre explícito, aún más cuando se vuelve salvaje, predecesor de instantes de loco frenesí.  Momentos en los que somos uno, deteniendo el tiempo, ajenos a una realidad incapaz de valorar la belleza porque, no te quepa duda, eres la más bella.

Ese regalo que la vida ha puesto en mi camino para compartir una etapa de mi vida que soy incapaz de delimitar, pero en el cual, vamos a disfrutar hasta del último segundo.

Porque, sí, me gustas, por esas peligrosas curvas que me hacen enloquecer, por esa estampa tuya, detenida en medio de la acera, llamando la atención de un entorno incapacitado para ver más allá de ese llamativo fuselaje. En cuyo interior se encuentra la potencia de la beldad, la lindeza de la frescura, la gallardía de tu personalidad.

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Esa que te impide pasar desapercibida y a mí me hace sentirme afortunado, privilegiado cuando, incluso alejado, cualquier detalle te hace presente, disparando mi inspiración para crear mundos imposibles donde, llamándote con otro nombre, Wiol, por ejemplo, surcar terrenos repletos de una belleza imposible e incapaz de reflejar la tuya. Esa que muestras en tonos azul y blancos cruzado por la marca de tu fábrica, Suzuki.

Sí, me gustas.

Texto escrito y enviado por Yon Raga Kender

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